Abigail Lapin Dardashti
Ph.D. Candidate, CUNY Graduate Center
Brochure Súper Trópicos
En la obra de Scherezade Garcia, el despliegue lírico de figuras simbólicas, motivos populares e insinuaciones históricas subyacen las contradicciones inherentes de la historia de la República Dominicana y a su compleja composición de género, raza y religión. El trabajo de Garcia explora las consecuencias del colonialismo europeo y el imperialismo estadounidense, a través de, por ejemplo, el discurso racial instituido por el Trujillato y su devenir histórico. La obra de la artista, quien se auto-denomina como “Dominican York”, se preocupa además de los problemas que actualmente enfrentan los inmigrantes Dominicanos en Nueva York, caso del desplazamiento. Navegando entre estas provocativas ideas, sus pinturas presentan trazos fluidos y colores exuberantes que transmiten sentimientos de esperanza y augurios de cambio. Con el mar como musa, la artista analiza la idea de redención de las injusticias arremetidas en la República Dominicana y de salvación para sus individuos.
La salvación es para Garcia un modo de corregir los defectos de la historia, y, a su vez, una manera de inmortalizar su visión utópica. Según ella, la libertad es el camino clave para obtener la salvación, pues esta permite superar no sólo los límites matéricos de las figuras y los objetos, sino también las desigualdades raciales y de género. Al crear paisajes marinos utópicos que denuncian sucesos e ideologías dañinas del pasado, Garcia desafía las posturas que han llevado a la actual inequidad, proveyendo así una visión ideal del futuro. Su trabajo encarna dos tipos de salvación: una práctica, que incluye acciones físicas en la tierra para salvarnos de las injusticias contemporáneas; y otra conceptual, que puede obtenerse ideológicamente para superar los prejuicios y condicionamientos. En Súper Trópicos, la artista investiga la salvación en su obra mediante varias estrategias, incluyendo el cuestionamiento del estilo Barroco y de la fuerte historia racial en la isla de Hispañola.
La apropiación del imaginario visual del barroco europeo ejemplifica las inversiones formales y conceptuales en la pintura de Garcia, revelando de esta manera las debilidades inherentes en la construcción de la narrativa histórica del período moderno temprano. El arte de las colonias americanas es una convergencia de estilos europeos con materiales y técnicas americanas; por ejemplo, bajo el dominio español, los textiles fusionaron patrones y diseños extranjeros con colores americanas, cuales fueron utilizados en construcciones arquitectónicas y reproducidos en pinturas a lo largo de la República Dominicana y alrededores. En este sentido, al importar estilos europeos, la corona española aprovechó los recursos artísticos americanos, como es el uso de insectos como la cochinilla para conseguir el color carmín. Estas importaciones revolucionaron la representación visual en Europa al permitir mayor brillo y variedad en los pigmentos de pinturas, textiles y objetos decorativos.
Esta historia de intercambios, más que de influencias, ha sido generalmente borrada de las narrativas históricas eurocéntricas, que posicionan a las ex-colonias como subalternas y derivativas. Garcia resiste dicha narrativa dominante a través de sus apropiaciones, incorporando su propio mundo a piezas textiles en las que substituye los típicos fondos en tono rojo burdeos por brillantes rosados. Una profundamente intensa gama de color atraviesa toda la obra de Garcia, donde el rosa brillante sugiere tanto desigualdades de género como expectativas de la mujer, a la vez que hace referencia a la iridiscencia que caracterizaba a los objetos valiosos de origen americano en tiempos de la colonia. Dicho marco teórico-dialéctico revela la visión barroca de Garcia, la cual fusiona pasado y presente, sucesos históricos y mitos, lo bello y lo grotesco. Al subvertir ideas e invertir imágenes tal como la palmera, Garcia cuestiona las nociones preconcebidas de raza y género. Asimismo, dichas inversiones y utopías posicionan su trabajo dentro de la historia de las vanguardias latinoamericanas, equiparándolo al famoso mapa invertido de Sudamérica que Joaquín Torres García creó en 1943.
Inspirada en la estética del barroco, la obra de García cuenta con una llamativa paleta de colores y una increíble técnica de delineado, los cuales invitan al espectador a sobrepasar las dificultades del contenido temático escondido detrás de dicha belleza formal. La representación de cuerpos mestizos en la obra de Garcia aparece por primera vez en la imagen del ángel, una referencia a la propaganda visual de la Iglesia Católica colonial dirigida a la conversión y convicción en la salvación. En Súper Trópicos, el ángel muta en niños universales de raza mixta, de expresiones estoicas o emocionales, que son situados en paisajes marinos surreales. Penetrando el pelo de las figuras, trazos dorados se vislumbran en la pintura, haciendo referencia a la explotación de esclavos en las minas de oro de la República Dominicana durante la colonia. Por su parte, el mar posee un sentido dialectico al funcionar como el canal de circulación hacia la esclavitud y el vehículo que permite alcanzar la libertad y oportunidad.
Al centralizar y monumentalizar la figura racial mixta, Garcia invoca la herencia africana de la República Dominicana y desafía a los esfuerzos oficiales para refutarla, partiendo de la violencia física y cultural contra los esclavos africanos durante la colonización. La representación de niños mestizos expresa la salvación de la arraigada historia de racismo en la isla y en su diáspora. Como lo explica Garcia: “a través del mestizaje y de los nuevos valores y religiones encarnadas en el mestizo, la figura representa las consecuencias del descubrimiento de América, que fue una innovación y atrocidad simultáneamente. Estas consecuencias están siempre presentes en la vida diaria de cualquier isleño del Caribe hispánico”. En Súper Trópicos, las figuras mestizas están rodeadas de símbolos familiares que sugieren opulencia o estereotipos típicos de la región, tal como ricos textiles, cadenas de oro o la fauna del Caribe.
Dos iconografías recurrentes, los salvavidas y el agua, son centrales para trazar las dificultades y la vida contemporánea de los dominicanos. Los salvavidas aluden a los dominicanos que atraviesan el mar Caribe en balsas para llegar a los Estados Unidos en busca de una vida mejor. Los salvavidas ejemplifican asimismo el discurso de salvación de García: estos objetos son a la vez un símbolo de seguridad ante los peligros del agua y un método de salvación conceptual para las ideologías dominantes que llevan a la desigualdad de razas y géneros, que eventualmente pueden también dirigirnos hacia una libertad. A través de estas marinas barrocas pobladas de figuras mestizas, palmeras, y el inescapable mar, Garcia crea una visión utópica donde los máximos potenciales se realizan y las ideas perjudiciales de la colonización son suprimidas.